“La igualdad de género es más que un objetivo en sí mismo. Es una condición previa para afrontar el reto de reducir la pobreza, promover el desarrollo sostenible y la construcción de buen gobierno”. Esta frase del exsecretario general de las Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz, Kofi Annan, señala un rumbo a seguir a los Gobiernos del mundo y Venezuela no es la excepción.
Garantizar los derechos humanos, incluida la igualdad de género, no es sólo un objetivo, es un medio para el desarrollo.
Según estudios del Banco de Desarrollo de América Latina, incorporar a las mujeres masivamente al sector productivo, pudiera aumentar en 34 por ciento el crecimiento de la región.
Venezuela ha suscrito y ratificado 11 acuerdos internacionales relacionados con los derechos humanos y todos contemplan disposiciones para promover y proteger los derechos humanos de las mujeres.
Según el artículo 23 de nuestra Carta Magna, los tratados, pactos y convenciones relativos a los derechos humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía constitucional y su aplicación debe ser inmediata y directa por parte de los tribunales y de todos los órganos del Estado.
A pesar de ello, la situación de nuestras mujeres no muestra avances. Según el ranking global de 2016, Venezuela tiene una brecha de género de 69,37 por ciento, que la ubica en el puesto 74 de la clasificación mundial y está entre los 6 países con peor desempeño en la región en lo que se refiere a este indicador.
Este índice mide la diferencia entre mujeres y hombres en lo que se refiere a salud, educación, economía e indicadores políticos y refleja la medida en que se están distribuyendo los recursos y oportunidades entre los hombres y mujeres en los 142 países que son evaluados.
En Venezuela los derechos humanos de toda la población son violados a diario, pero las mujeres son uno de los grupos más sensibles en cuatro aspectos fundamentales: la vida pública y política, la salud y los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a un nivel de vida digno, la violencia contra la mujer y el acceso a la justicia.
Existen leyes y normas que apuntan a una mayor protección del embarazo y la maternidad, pero los avances son pocos y es en este aspecto en el que voy a concentrarme en estas líneas.
Somos el país con el mayor número de embarazo adolescente de la región. En 2016 la tasa de fecundidad de niñas entre los 15 y 19 años fue de 95 por cada 1.000, mientras en el 2015 fue de 93 por cada 1.000, según cifras oficiales entregadas al Fondo de Población de las Naciones Unidas, lo que hace presumir que la estadística, de por sí alarmante, podría ser todavía mayor.
El embarazo adolescente induce al estancamiento. Les roba el futuro a las niñas y al país. Una adolescente que sale embarazada suele abandonar el sistema educativo y ve dificultada su inserción en el mercado laboral.
Desde 2013 ha ido creciendo de forma sostenida la tasa de mortalidad materna. Según cifras oficiales del Ministerio de Salud, aumentó 65,79% en 2016.
Y el Gobierno lo que hace es burlarse. Su respuesta es ofrecer dinero, como si con un bono se pudiera atender un problema estructural de la magnitud que acabamos de plantear. Sus acciones efectistas y carentes de estrategia no resuelven la situación.
Es una cuesta muy difícil de superar y parte de la solución está en el esfuerzo que hagamos por reducir la brecha de desigualdad, lo que pasa también por una mayor integración de la mujer en la vida política y pública, para que se cumpla lo establecido en las convenciones internacionales y en nuestras leyes.
No podemos permitir que un Gobierno irresponsable continúe llevando a las venezolanas a situaciones extremas en las que difícilmente logran sobrevivir.
Hoy la madre venezolana ve morir a sus hijos por el hambre, la falta de medicinas, la delincuencia o luchando por sus derechos; los ve partir del país buscando oportunidades en otras tierras. Nuestras mujeres no están destinadas a buscar en la basura algo para llevarse a la boca. ¡Esto tiene que cambiar!
Garantizándoles realmente el acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a las decisiones políticas y económicas, tendrán oportunidades para superarse.
He dedicado mi vida al servicio público y en todos estos años he trabajado por y con las mujeres. He sido testigo de su sufrimiento pero también de su fuerza, su valor y su tenacidad para superarse.
¡Aprendamos de su ejemplo y convirtamos cada obstáculo en una razón más para luchar por nuestras mujeres y por nuestra Venezuela!