Crisis con rostro de mujer

DK0VgRtXUAA9Lr7Inicio estas líneas reconociendo que en mi vida no le he dado especial atención al tema del género. Como mujer, como madre y servidora pública he procurado abordar con la mayor amplitud la situación de injusticia, pobreza y vulnerabilidad que se vive en Venezuela.

Pero es un hecho que los problemas que afectan particularmente a los más vulnerables, se agudizan al hacer foco en las mujeres venezolanas.

Recientemente leí el informe “Mujeres al límite: El peso de la emergencia humanitaria: vulneración de los derechos humanos de las mujeres en Venezuela”. Allí se desnuda la realidad que viven nuestras mujeres en las distintas edades y facetas de su vida.

La investigación, desarrollada por CEPAZ, AVESA, la Asociación Civil Mujeres en Línea y FREYA, muestra las gravísimas consecuencias que tienen sobre las mujeres el déficit democrático, la crisis social, económica y política sin precedentes que padece nuestro país.

El estudio evidencia que el llamado “Socialismo del Siglo XXI” se ha quedado en una retórica de engaños y ha permitido, y hasta propiciado, condiciones violatorias de los derechos humanos de las venezolanas, cualquiera sea su edad.

La página del Ministerio del Poder Popular para la mujer y la igualdad de género, muestra unos objetivos “históricos” y rimbombantes: “erradicar el patriarcado como expresión del sistema de opresión capitalista, construir el socialismo feminista, y en definitiva fortalecer la Revolución Bolivariana Socialista”. Queda supeditada la autonomía y los derechos de la mujer al establecimiento de relaciones clientelares e ideológicas.

Se ha alimentado un monstruo burocrático en torno a los derechos de la mujer. Hay avances en la legislación, pero la falta de acción, convierte todo enunciado en letra muerta. Mucha narrativa oficial hueca y degradante, carente de resultados.

La precaria situación del país es un bombardeo constante a los derechos de toda la población pero especialmente de las mujeres.

Diversidad de factores, como los controles de precios y de cambio, han empobrecido al pueblo. Según la Encuesta Condiciones de Vida (ENCOVI), el 82% de los hogares se encuentran en condición de pobreza y 51% en pobreza extrema. La pobreza general que en 2015 se ubicaba en 49,9%, pasó para 2016 a 82%. El precio de la canasta alimentaria crece sin parar. En septiembre se requería un salario mínimo diario, más de 130 mil bolívares, para cubrirla.

Todos los indicadores generan alarma, el poder adquisitivo sigue cayendo y el FMI habla de una inflación proyectada de 2.068 % para el 2018.

El impacto de esta crisis sobre las mujeres es abrumador y el estado no garantiza sus derechos. Escasez de anticonceptivos, insumos de higiene personal y alimentos, deficiencias en la atención de las embarazadas, obstáculos para acceder a la justicia, es lo que enfrentan las venezolanas.

No se exagera en el informe al aseverar que en Venezuela se está feminizando la pobreza. Es en la población femenina donde se da el mayor aumento del desempleo y la pobreza. Son las mujeres las que más sufren por la escasez de alimentos y medicinas, que buscan para sí mismas y para su familia.

Según el Boletín de Indicadores de Género de 2013, antes de que se acelerara el deterioro económico, por cada 100 hombres en pobreza, había 107 mujeres, mientras que por cada 100 hombres en pobreza extrema, había 112 mujeres.

En 20 años el número de hogares con jefatura femenina, pasó de 24% a 39% y la tasa de pobreza en hogares con mujeres como cabeza del hogar es superior en 6 puntos al promedio del país, cifra que aumenta en el caso de mujeres solas con hijos.

Continuando con el estudio, entre diciembre de 2014 y el mismo mes de 2015, la desocupación femenina aumentó tres veces más que la masculina. No extraña si se considera que el 99,48% de quienes salieron del mercado de trabajo fueron mujeres.

A este cuadro se suma que las mujeres ganan 18% menos en promedio que los hombres, diferencia que puede llegar a 60%.

En el día a día las mujeres están más expuestas a los mecanismos de corrupción, abuso y extorsión relacionados con la búsqueda de alimentos y productos básicos. Es el caso de los CLAP, que ha sido denunciado por usuarios y organizaciones de la sociedad civil.

Según el informe las mujeres sirven de “amortiguadores del deterioro alimentario familiar”: dejan de comer para rendir los alimentos, inclusive sacrifican la alimentación de las mujeres ancianas y de las niñas para favorecer a los varones. De cada 100 niños con retardo en el crecimiento por déficit nutricional crónico, 53 fueron niñas y 47 fueron niños.

Datanálisis refuerza esta información. Según un estudio reciente más del 50% de los hombres consume 15 alimentos, mientras las mujeres sólo consumen 12. Además refleja que los hombres consumen alimentos más nutritivos, mientras las mujeres consumen mayormente calorías baratas y de menor valor nutricional, lo que las coloca en un riesgo mayor de deterioro de su salud.

Según Cáritas hasta en un 80% de los hogares se ha disminuido el consumo y variedad de los alimentos, y es la mujer la que deja de comer en el 60% de los hogares.

En cuanto a la escasez, para agosto la general se ubicó en 52%, mientras que la de alimentos y bebidas no alcohólicas fue de 73,4%. En consecuencia  las colas no cesan y tampoco la peregrinación por alimentos, que en mercados informales cuestan hasta 71 veces más que el precio regulado.

Las mujeres llevan las de perder, son ellas las que, en su mayoría, dedican hasta 14 horas de cola semanales para adquirir productos regulados, exponiéndose a situaciones de inseguridad y violencia incluso de manos de los cuerpos de seguridad. Entre junio y julio de 2016 se reportaron casos de mujeres, incluso embarazadas, agredidas por oficiales de la Guardia Nacional mientras hacían cola para adquirir alimentos.

Todos los datos nos muestran la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra la venezolana en relación con el derecho a la alimentación, así como el impacto en su calidad de vida y su salud.

Este dramático cuadro no sólo requiere medidas urgentes de las autoridades venezolanas sino el apoyo de la comunidad internacional.

Debemos ocuparnos de restaurar los derechos de todos los venezolanos pero especialmente debemos subsanar la distorsión que surge de las diferencias de género.

La mujer venezolana es luchadora por naturaleza y no podemos permitir que la desesperanza la paralice. Necesitamos la reinstitucionalización del país y autoridades que pongan a la mujer como prioridad.

Revertir la situación pasa por corregir los factores que nos han conducido a la peor crisis de nuestra historia. No hay soluciones fáciles pero sigo convencida de que juntos podemos lograrlo.

¡Nuestras mujeres y nuestra Venezuela valen el esfuerzo!

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