Los rostros de la violencia

Uno de los retos de trabajar en lo público ha sido no perder la capacidad de asombro ante realidades que, por cotidianas, no dejan de ser aterradoras.

En nuestro país, casi el 80% de la población vive en condiciones de pobreza extrema, son víctimas de la exclusión, de la violencia y, en ocasiones, sólo logran visibilidad cuando se convierten trágicamente en los protagonistas de las páginas rojas de los diarios.

Esta semana, se conoció que en Venezuela ocurren 250 homicidios semanales. Se dice rápido, pero hay que detenerse a pensar. Se trata de venezolanos muertos a manos de venezolanos. Venezolanos a los que quizá les gustaba el béisbol o seguro eran fanáticos de la vinotinto. Venezolanos que estudiaban, que trabajaban, que cuidaban de sus hijos, que querían a sus padres. Venezolanos que no estarán en la mesa con los suyos este 24 de diciembre.

Ana Isabel perdió a su hijo Carlos Alberto Palacios (25 años) y a su esposo, en la noche de año nuevo de 2011.

Cuando dejamos de pensar en las cifras y empezamos a pensar en los rostros que nos arrebata la violencia, la realidad se vuelve aún más avasallante, nos asombra, nos entristece, nos indigna. Esto fue lo que quisieron lograr los fotógrafos de Esperanza Venezuela, quienes retrataron y expusieron en gigantografías, 55 rostros madres que perdieron a sus hijos en uno de los tantos homicidos que engrosan nuestras cifras rojas.

Nos presentaron la cara del dolor y les juro que sentí que era el mio. Le di gracias a Dios por  la oportunidad de trabajar para que esta realidad no se replique. No permitamos que  el horror sea parte «natural» de nosotros, porque no es lo que merecemos y tenemos un camino para cambiarlo.

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