Nuestra Venezuela vive tiempos muy difíciles. No puede haber venezolano, que en este momento, no sienta angustia y tristeza por la situación que estamos enfrentando.
¿Qué madre o padre venezolanos se sienten tranquilos hoy? ¿Qué venezolano tiene alguna claridad sobre su presente y su futuro?
La violencia que estamos viendo hoy, funciona como una especie de amplificador de los problemas que padecemos producto de más de 15 años de políticas equivocadas, de un gobierno que sólo escucha su propia voz, incapaz de rectificar ante sus evidentes desaciertos. Es hora de que el gobierno entienda que tiene que garantizar los derechos de los venezolanos consagrados en la Constitución.
Semanas atrás, en el marco de las reuniones para la búsqueda de acciones en pro de la seguridad, reflexionábamos sobre la importancia de que el diálogo iniciado fuera sincero y se mantuviera en el tiempo. El verbo y los hechos de los últimos días nos alejan del camino iniciado. No se puede dialogar sin reconocer al otro. El diálogo no es monólogo.
Hoy no hay menos colas para comprar alimentos –los que se consiguen-, hoy siguen sin encontrarse los medicamentos, hoy la inseguridad sigue a sus anchas, hoy sigue la crisis en los hospitales. Venezuela merece un gobierno que asuma con responsabilidad la solución de estos problemas, los venezolanos merecemos ser escuchados, los venezolanos merecemos el derecho a disentir sin ser señalados por hacerlo, merecemos el derecho a protestar pacíficamente.
Especialmente tenemos el derecho y el deber de exigir a quienes dirigen los destinos del país que rectifiquen, que cesen de inmediato la violencia y escuchen los justos reclamos que el pueblo les está haciendo en cada rincón de nuestro país.
¡No más violencia!