¿Cómo lo hicimos en Miranda? ¿Cómo lo haremos en Venezuela?

Hoy comparto con ustedes un libro que no pudimos imprimir, pero que al hacerlo electrónico es incluso más congruente con su esencia, la esencia de un equipo que cree en el progreso para todos por igual. Por eso, este libro está acá, disponible para todos.

Camino a Ítaca. La historia que contamos todos.  Es un libro donde el autor somos todos, todo el equipo que trabajó y trabaja día a día por cumplir con nuestro pueblo, por llevar el progreso para todos por igual. Es el libro de un equipo que ante los obstáculos encontró soluciones, que en las adversidades demostró las oportunidades de crecer, crecer por un mejor país, el país que merecemos.

En el libro está muy bien reflejado como encontramos una institución desmantelada en lo físico, pero también en lo institucional. Parte de lo que encontramos, aparte de un gobierno desmantelado, que no tenía plan, ni rumbo, ni destino; fueron hechos de corrupción que hoy están en alguna gaveta de las instituciones a las que les corresponde investigar. Los lectores se van a sorprender de la manera descarada, en la que los recursos destinados para contribuir al progreso de nuestro pueblo, fueron a parar a los bolsillos de algunas personas.

Pero también encontrarán  cómo a través del trabajo, de una visión firme y bajo la convicción de contribuir al progreso de nuestro pueblo, se superó ese escollo.  Encontrarán, cómo a través de los hechos, respondimos a la exclusión con inclusión. Cómo respondimos a la violencia con paz, a la división con unión.

Y después de los obstáculos, vinieron los logros en cada una de las áreas en las que Henrique Capriles enfocó al gobierno de Miranda. 

Esta es la historia que todos en Miranda podemos contar, y que después del 08 de octubre comenzaremos a escribir también para toda Venezuela. La historia del progreso, de la mejor Venezuela, del país para todos por igual y en evolución.

Un gobierno en cajas

Es difícil de olvidar aquel día de noviembre del 2008, cuando un primer grupo de avanzada llegamos a la sede del gobierno del Estado Bolivariano de Miranda, anunciando que éramos los representantes del nuevo gobernador electo, Henrique Capriles Radonski.

Integrábamos la comisión de enlace para la instalación del nuevo gobierno y nuestra función era la de recibir del gobierno saliente, todos los bienes y activos de la gobernación y toda la información operativa necesaria.

Pocos días antes, alegría, júbilo y asombro, eran los sentimientos que se entremezclaban. En medio de la satisfacción consecuencia de la victoria, eran desconcertantes los mensajes y noticias de quienes veían incrédulos lo que estaban haciendo quienes iban de salida. «Están desapareciendo todo; se están llevando los vehículos; les están quitando los cauchos; los archivos se los llevan; las computadoras ya no están; transfieren recursos al gobierno nacional; firman cheques a la carrera; ya renunciaron todos los funcionarios de libre nombramiento y remoción».

Esa mañana entramos por primera vez a las oficinas de la casa de Gobierno Generalísimo Francisco de Miranda, ubicada en el Km23 de la carretera Panamericana. Las miradas de todos los funcionarios, la mayoría aún con sus camisas y franelas rojas, esperaban las nuevas decisiones. Medios oficiales habían promovido una oficialista campaña de miedo y desinformación: «van a despedir a todo el mundo, van a quitarle los recursos a los consejos comunales, van a sabotear las misiones, van a cambiar la bandera del Estado de nuevo».

Aún me parece que fue ayer cuando en el acto de toma de posesión el gobernador Henrique Capriles Radonski anuncia mi designación como secretaria de Gobierno. Horas más tarde estaba pautada la entrega formal del Gobierno en la Casa Amarilla, sede oficial de la oficina y residencia del Gobernador. Allí en pleno centro de Los Teques, en nuestra capital estaban sobre una mesa de unos diez metros de largo, docenas de cajas blancas con el nombre de la dirección o instituto anotado con marcador negro: Instituto de Vivienda, Dirección de Desarrollo Social, Secretaría de Gobierno, Corporación de Turismo, Instituto de Infraestructura. Así hasta sumar más de 60 cajas cada una con la «entrega formal». Todos sus directores y presidentes de institutos habían renunciado y dejado su respectiva cajita con un manojo de llaves y dos carpetas contentivas del Acta de Entrega. Nadie para explicar nada, nadie para aclarar.

Como secretaria de Gobierno designada por el Gobernador, me tocó recibir un gobierno en cajas. Todo estaba preparado para que no se entendiera nada; para que las llaves no abrieran ninguna puerta; para que los vehículos, los que habían dejado, no

Nuestro gobernador celebrando. Ya el cambio había ganado en Miranda.

prendieran; para que no se pudieran pagar las nóminas de los trabajadores; para que no se supiera en dónde estaban las cuentas; ni los registros de bienes; ni los expedientes administrativos. Solo cajas.

Días después de trabajar día y noche, con todo el equipo designado por el nuevo Gobernador y con la mayoría de los trabajadores de Miranda dispuestos y colaborando, estos comenzaban a comprender lo que significaba un gobierno para todos por igual. No se dieron despidos por creencias o posiciones políticas, nunca los hubo. Algunos de los representantes de los consejos comunales se mantenían remolones pero la mayoría al poco tiempo estaba, como era de esperarse, trabajando por mejorar las condiciones de vida de su gente, sin pensar en colores políticos.

Con las cuentas más claras y las denuncias formuladas ante los órganos correspondientes, comenzamos un gobierno escaso en recursos, pero rico en ideas y con la única misión de llevar progreso a Miranda.

*Este artículo fue publicado en El Universal