Miranda apostó al cambio

En Miranda apostamos al cambio desde la base y lo conseguimos. Los mirandinos están ahora en un proceso de crecimiento colectivo, participan, se benefician o son pagados con nuestros programas sociales

Una filosofía de hacer política y construir un país progresista, es aquella que además de aportar soluciones inmediatas promueve la formación de sus miembros. Herramientas, conocimientos, esas son las verdaderas soluciones.

Desde que llegamos a Miranda sabíamos que no queríamos sólo resolver las necesidades inmediatas de nuestra población, que conocamos eran muchas. Nosotros queríamos apostar al cambio de verdad, ese que es como una semilla, que se siembra y con el riego del apoyo no hay vuelta atrás. Apostamos al progreso, a mejorar la calidad de vida de los mirandinos, ahora y para toda la vida.

Con más de 100 programas de desarrollo social, en todas las áreas, sembramos en Miranda la semilla del cambio, una semilla que apoyamos y protegemos, pero que sobre todo, crece naturalmente desde los mirandinos.  Involucramos a la comunidad en programas que permiten su desarrollo como personas y como fuerza laboral, además de aportar una solución inmediata.

El crecimiento colectivo se da gracias a un entramado de planes e instancias que se encargan de necesidades específicas en cada área social ¿por qué? porque con cada programa se hace un seguimiento personalizado y un entrenamiento que permite al mirandino aprender herramientas que lo impulsen en su capacidad productiva.

En Miranda apostamos a que el cambio sea para toda la vida.

Como ejemplo podemos colocar el área de vivienda: entregamos los certificados que le permiten al mirandino mejorar su casa, los materiales son proporcionados por ferreterias de su comunidad -que cada día se motivan más, y ofrecen mejores servicios-, estos sólo pueden ser entregados con la autorización e inspección del arquitecto o ingeniero asignado por el Gobierno de Miranda -son más de 300 los arquitectos e ingenieros que conforman nuestro programa. Pero no sólo pueden arreglar su vivienda, los beneficiarios son autoconstructores de la misma, y pueden recibir la formación en construcción popular.

Al final del proceso el mirandino mejora su vivienda -la necesidad inmediata-, colabora con la activación económica de su comunidad -la política de sumar, involucrando a los ferreteros-, y está certificado por la Universidad Central de Venezuela como constructor popular. Su vivienda mejoró, su comunidad participa y se beneficia también, y ahora podrá incrementar sus posibilidades de producción.

Crecimiento colectivo. Progreso. ¡Arriba Miranda! ¡Arriba la gestión del cambio!

A cuenta de espejitos nos tienen engañados

Cada vez que se anuncia un plan que trae consigo grandes presupuestos, aparecen los vendedores de espejitos; los creadores de ilusiones.

¡Cuidado! Cuando el gobierno dice que tiene a disposición ingentes recursos para la Gran Misión Vivienda Venezuela, salen los timadores de oficio, las empresas de maletín, porque saben que ahí es donde están los cobres. Hasta por debajo de la alfombra, aparecen vendedores de todo tipo de posibilidades de construcción de viviendas instantáneas, supuestamente muy fáciles de construir y baratas. La panacea en la materia.

La noticia es que la mayoría de estas soluciones no nos funciona porque somos un pueblo de autoconstructores.

La mayoría de los venezolanos construye su vivienda poco a poco de la manera tradicional, cabilla, bloque, cemento. Comienza con una casa básica y pasan toda su vida ahorrando y construyendo con los materiales que tiene a su disposición.

Cuando se construyen viviendas masivamente y con otras tecnologías disminuyen las oportunidades de las familias de tener una vivienda adaptada a sus propias necesidades, a su historia familiar.

Además hay que tener mucho cuidado con las novedosas tecnologías foráneas para la construcción. En nuestro país tenemos suficiente conocimiento técnico para producir viviendas en forma masiva con todas las certificaciones nacionales de sismo resistencia, estructural y sanitariamente  adecuadas y sobre todo adaptadas a nuestra manera de vivir.

La mayoría de las tecnologías en vivienda que nos traen los vendedores de espejitos, los que quieren sacar nuestro oro, y llevárselo a la misma usanza de los españoles con nuestros ancestros autóctonos, no han sido evaluadas ni cumplen con muchas de nuestras normas técnicas, no se adaptan a nuestro clima, topografía, ni a nuestras condiciones de vida.

La posibilidad de pasar a depender del suministro de materiales provenientes de otros países, sumado a la merma en la producción de la materia prima local, nos coloca en una situación de minusvalía para contribuir en la resolución del tema habitacional.

La vía no es la expropiación de empresas, apagar calderas en sidor, nacionalizar el cemento o el aluminio, y restringir la participación de los privados.

Por el contrario, sumar voluntades: promotores privados, comunidades organizadas, la banca publica, el financiamiento privado y el estado.

El norte tiene que ser evolucionar; en ningún momento aplaudir la involución en pleno siglo veintiuno.

Las políticas publicas deben ser en beneficio del colectivo, nunca en detrimento de la calidad de vida de los venezolanos.

Exijamos lo mejor y hecho en casa, no las sobras de otros, porque a cuenta de «espejitos» nos tienen engañados.